Haciendo Cine: la regla de los 180 grados
Entre todas las convenciones del cine, hay una que aparece casi desde el principio y se enseña en todas los cursos de cine, dirección y realización audiovisual que es la regla de los 180 grados. Es una premisa sencilla pero fácil de romper en un rodaje, por eso os explicamos en qué consiste, qué precauciones tomar y cuándo podemos saltarla.
A la hora de producir una obra audiovisual entran en juego una cantidad norme de factores técnicos, artísticos y de gestión que si no se tienen en cuenta pueden hacer que el proyecto fracase. Un ejemplo muy claro se da, por ejemplo, al rodar una escena tan recurrente como un diálogo, una conversación entre dos personajes que están frente a frente.
Aquí entra en juego la regla de los 180 grados, muy conocida en el sector de la cinematografía y que siempre aparece como un principio a seguir en el lenguaje audiovisual. Aquí os explicamos en qué consiste esa regla, su función y su aplicación en la realización de una obra audiovisual, así como los casos en que puede saltarse y utilizarse como recurso narrativo.
Lo primero que hay que saber de la regla de 180º es que se aplica en determinadas situaciones donde dos personajes interactúan entre ellos con acciones, diálogos o ambas a la vez. En estos casos, la regla establece un eje de acción imaginario que une los dos personajes y este eje marca el ángulo en el que la cámara puede moverse para registrar las acciones de ambos. Así que la cámara se situará siempre a un lado de ese eje y mirando hacia uno de los personajes (a menudo por encima del hombro del otro personaje), dando como resultado un montaje coherente a la acción, que haga que el espectador siga el hilo narrativo sin problema y le de una sensación de continuidad porque tiene una mejor idea de dónde está cada personaje y cada elemento del escenario.
Esta premisa se ha enseñado desde el inicio de las teorías cinematográficas y los primeros manuales de narrativa visual y forma parte de la base teórica de la enseñanza en el audiovisual, al igual que la regla de los tercios o las famosas diez reglas del montaje. Es una buena práctica rodar esas tomas sin hacer saltos de eje, es decir, sin salirse de ese ángulo de 180 grados y asegurarte de que en el montaje tus tomas se podrán enlazar sin romper la continuidad, la perspectiva o la coherencia narrativa. Si en un rodaje donde no estaba previsto se realiza un salto de eje, se considera un error que es mejor evitar.
Es por esto que la regla de los 180 grados conlleve tomar ciertas precauciones durante el rodaje como ayudas para evitar cometer el error de saltarse el eje. Por ejemplo, utilizando cinta de cámara en nuestro monitor o en la propia cámara para apuntar hacia qué dirección deben estar mirando cada personaje. Al principio, es un poco difícil orientarse en un set de rodaje pero con una buena planificación y haciendo uso de storyboards y la planta del set, podemos tener una idea clara de cómo rodar las escenas y no cometer errores.
Ahora bien, esta regla puede saltarse sin más consecuencias que las previstas cuando se hace intencionadamente, siempre sabiendo qué queremos provocar y cómo ayuda a avanzar en la historia. En algunos casos, el director quiere provocar en el espectador esa sensación de no continuidad, de desubicación o confusión, a menudo ligada al misterio. Los directores que saben hacerlo, lo hacen porque se aseguran de que sea intencionado y así crean ese ambiente, esa identidad y esa controversia en el desarrollo narrativo.
Se ha convertido en una técnica bastante recurrente que cumple una función narrativa muy concreta y especial. Como hemos dicho, crea una sensación de controversia que puede hacer referencia a la personalidad de un personaje como hace Kubrick en El resplandor aludiendo a la paranoia y locura del personaje de Jack Nicholson.
Otros directores que lo hacen o lo han hecho son Ridley Scott, Bergman o Scorsese, entre muchos otros. En definitiva, la regla de los 180 grados es una guía útil para desarrollar un hilo narrativo coherente pero en cine, lo importante es contar la historia de forma que sea interesante y provoque algo en el espectador, por eso es interesante saltar el eje en ciertos casos si se hace con conocimiento.